y el espantado aletear de las palomas
en un marzo incipiente, esperanzado
que no ceja en calor de mediodías
Se asemeja a la paz, que en ciertos días
he sabido saborear en campo arado
al sembrar letras en cuaderno dibujado
(monigotes y aes al margen del pasado)
Este suave fuego entre las hojas
y el sol poniéndose en las copas
del árbol desnudándose de a poco
me recuerda ocasos de otros días:
ocres rojizos en la frente de los tíos,
en la cena temprana de la casa rota
y la cal que al gallinero-palomar teñía
de blanco nieve entre las plumas
de mis palomas rescatadas, guarecidas
de piedras crueles y manos asesinas...
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